JESÚS DE NAZARET.
Por qué soy Cristiano
O al menos, por qué intento serlo, ya que no soy ningún santo, sino un hombre con muchos defectos (como casi todos, por cierto).
Intento ser Cristiano, un buen Cristiano, porque Creo en Dios, creo en Jesucristo, creo en el Espíritu Santo, en la Virgen María, en la Iglesia, etc., etc., etc. Y no se trata de una afirmación aprendida de memoria, sino de una constatación:
Yo Creo.
Creo desde y gracias a mi Fe, creo desde mi razón, desde mi libertad, creo desde todo lo bueno de mi vida, y también desde todo lo malo. Mi Fe es una apuesta personal e intransferible basada en mi Yo, pero en comunión con todos mis hermanos que alcanzamos, todos unidos, la comunión con el Espíritu Santo. Porque mi Fe individual nada es, pero está unida indivisiblemente a Fe de todo el Pueblo de Dios, y eso es lo que la hace grande y digna del Señor.
Yo soy una persona libre para creer y para no creer, pero Yo Creo. Creo porque soy libre y porque siento que mi Fe me libera. "La Verdad os hará libres" y nadie se siente más libre que el que cree. En la dicha o en la desdicha, en su casa o en la prisión, en la salud o en la enfermedad, aquel que cree es libre porque ha entregado su alma a Dios y no hay barreras que la aprisionen. Los cristianos sabemos que nuestra alma es de Dios, y por eso, aún aprisionados por la desdicha, la enfermedad o por muros, tenemos la confianza de seguir siendo libres.
Creer en Cristo es creer en la Humanidad, porque el mensaje de Cristo es un mensaje universal que a todos los hombres nos concierne. Un mensaje de amor entre todos los hombres bajo un sentimiento de hermandad más allá de toda raza. Esto, que hoy nos gusta tanto, fue "inventado" hace 2.000 años por Jesús.
Los cristianos vivimos nuestra Fe en comunión con Dios y con la Iglesia. Eso significa que Dios forma parte indivisible de nosotros a través del Espíritu Santo. Dios es el dueño de nuestra alma, de nuestro santuario en el que sólo Él puede habitar y al que nuestra Fe mantiene libre de odio, rencor, venganza, ira, violencia, etc. Sentir a Dios es sentirse limpio por dentro, sentir nuestra alma a salvo de la corrupción, y eso sólo se consigue invocando a Dios a través del Espíritu Santo para que nos ayude a permanecer limpios. El diálogo con Dios es fundamental para ello. La oración es el diálogo que mantenes con Dios si no repetimos mecánicamente frases, sino que las proclamamos siendo conscientes de su pleno significado.
¿Te has parado a pensar en cada una de las frases que componen el Padrenuestro?
Esta es una de las más bellas oraciones con las que podemos llegar a Dios:
El señor es mi luz y mi salvación, El señor es la defensa de mi vida, Si el señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? ¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor, habitar por siempre en su casa gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo santo.
El señor es mi luz y mi salvación, El señor es la defensa de mi vida, Si el señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? ¿quién me hará temblar?
No me escondas tu rostro Señor, buscaré todo el día tu rostro, si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá.
El señor es mi luz y mi salvación, El señor es la defensa de mi vida, Si el señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? ¿quién me hara temblar?
El JESÚS oculto
Un pequeño inciso: ¿Cuándo nació Jesús? No es algo que tenga importancia teológica, pero la curiosidad histórica nos lleva a preguntárnoslo. Generalmente se cree que Jesús nació el año 1 de nuestra era. En realidad Jesús nació el 6 ó el 7 (antes de Cristo), ya que fue en esta fecha cuando se realizó el censo ordenado por el gobernador de Siria, Cirino, y que obligó a José y a María, que residían en Nazaret, a viajar hasta Belén para registrarse, ya que ambos eran de la tribu de David. Y allí, en Belén, fue donde nació Jesús. El error lo cometió Dionisio el Exiguo en el siglo VI al hacerse un lío con las fechas, pero no es más que una anécdota que en nada influye en el Mensaje de Cristo.
No podía tener el Hijo de Dios un alumbramiento más digno que en un establo, adorado por pastores. Frente a los palacios y a las riquezas mundanas, Cristo nos dio una lección eterna de humildad. Dios no necesita mármoles ni oro para afirmar su dignidad porque Dios es Dios en el establo y donde haga falta. Es la soberbia humana la que se adorna con joyas. Dios sólo necesita adornarse con su Poder.
LA VIDA PUBLICA DE JESÚS DE NAZARET.
Los cristianos "hemos de meditar la historia de Cristo, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muerte y su resurrección (...). Hace falta que conozcamos bien la vida de Jesús, que la tengamos toda entera en la cabeza y en el corazón, de modo que, en cualquier momento, sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos contemplarla como en una película (...). Así nos sentiremos metidos en su vida. Porque no se trata sólo de pensar en Jesús, en representarnos aquellas escenas. Hemos de meternos de lleno en ellas, ser actores. Seguir a Cristo tan de cerca como Santa María, su Madre, como los primeros doce, como las santas mujeres, como aquellas muchedumbres que se agolpaban a su alrededor. Si obramos así, si no ponemos obstáculos, las palabras de Cristo entrarán hasta el fondo del alma y nos transformarán" (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 107).
1. Los misterios de la vida pública de Jesús:
De los muchos acontecimientos de los tres años de vida pública de Jesús se pueden destacar el bautismo en el Jordán, las tentaciones en el desierto, la predicación sobre el Reino de Dios, la transfiguración en el monte Tabor, la subida a Jerusalén, su entrada mesiánica en la Ciudad Santa y los misterios finales de la Pasión y muerte para redimir a los hombres.
2. El bautismo de Jesús en el Jordán:
Con el bautismo comienza la vida pública del Señor. El Precursor se resiste a bautizarle, pero Jesús insiste y Juan Bautista le bautiza. Fue el momento de la manifestación de Jesús ante el pueblo de Israel como el Mesías prometido del Antiguo Testamento y como el Hijo de Dios igual al Padre. El bautismo de Cristo nos recuerda nuestro bautismo.
3. Las tentaciones de Jesús en el desierto:
Después de ser bautizado por Juan, Jesús se retiró al desierto para rezar, permitiendo ser tentado por el diablo. Las respuestas al tentador ponen de manifiesto la identificación filial con el designio de la salvación querido por Dios, su Padre. La Iglesia celebra cada año la cuarentena de Jesús en el desierto, venciendo con su penitencia las tentaciones del diablo para darnos ejemplo.
4. La predicación sobre el Reino de Dios:
Jesús vino al mundo a predicar el Reino de Dios y fundar la Iglesia. De esta predicación son especialmente significativos el Sermón de la Montaña y las parábolas, confirmando su misión con la santidad de vida y los milagros. Desde el comienzo de la vida pública, Jesús eligió doce Apóstoles para estar con Él y asociarlos a su misión.
5. La transfiguración de Cristo en el Tabor:
Jesús se transfiguró en presencia de sus discípulos predilectos: Pedro, Santiago y Juan, para fortalecer la fe de los Apóstoles ante la proximidad de la Pasión. Según la tradición sucedió en el monte Tabor.
6. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén:
Jesús sube a Jerusalén voluntariamente, dispuesto a morir, pues sabía que allí iba a consumarse -por el sacrificio de la cruz- la salvación de los hombres. La entrada mesiánica en Jerusalén, que celebramos el Domingo de Ramos, manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías -recibido en su ciudad por los niños y por los humildes de corazón- va a llevar a cabo con su muerte y resurrección.
7. Del Cenáculo a la Cruz:
"Viendo Jesús que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Juan 13,1). Así introduce San Juan el relato de los últimos acontecimientos de la vida del Señor antes de padecer; en efecto, estos momentos revelan cuánto sufrió y hasta qué punto nos amó. Envió a dos discípulos a preparar la pascua, y Jesús con los Apóstoles se reunieron en un salón que la tradición designa como el Cenáculo.
Entonces desahogó su corazón en un largo discurso, que sirve de marco al lavatorio de los pies, dándoles ejemplo de humildad y de servicio; al mandamiento nuevo del amor, que les confía; a la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ("Haced esto en memoria mía" (Juan 22,19); a la promesa del Espíritu Santo; a la oración sacerdotal, que abre la perspectiva de la gloria de la Cruz, donde se restaura la gloria del Padre y se abren a los hombres las puertas del cielo.
Ante tantos acontecimientos -y no fue el menor la traición de Judas y las negaciones de Pedro-, Dios Padre glorificó a su Hijo con la resurrección y ascensión al cielo, donde está sentado a la derecha del Padre.
8. Conocer la vida de Jesús:
Cada cristiano debe conocer y reproducir en sí mismo la vida de Jesucristo; mucho le ayudará el leer y meditar la Sagrada Escritura, de donde sacará continuas lecciones para el seguimiento de Jesús, que nos marca el camino de la santidad en la vida ordinaria de la familia y del trabajo.
TALLER.
1. Responde a la pregunta: ¿Por qué eres cristiano? y si no eres cristiano, ¿Por qué no eres cristiano?
2. Escribe tu opinión sobre la vida oculta de Jesús.
3. Qué opinas acerca del nacimiento de Jesús, según la modernidad y la presentación melódica?
4. Realiza un mapa conceptual de la vida pública de Jesús.
5. Explica las bienaventuranzas de acuerdo al video y en que consiste el sermón de la montaña.
"RECUERDA QUE JESÚS QUIERE ACTUAR EN TÍ, PERO NO SEAS COMO EL PACIENTE QUE LE PIDE AL MÉDICO QUE LE CURE PERO LE SUGIERE EL MODO DE HACERLO, DÉJATE LLEVAR POR LOS BRAZOS DIVINOS DE JESÚS, NO TENGAS MIEDO, DÉJALO SER DIOS".
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